Me va a matar... ¡Mi mujer me va a matar...!». No cambió
un ápice la actitud pasota, chulesca y bravucona que siempre ha mostrado
hacia la autoridad, pero los funcionarios del Servicio de Vigilancia
Aduanera que lo detuvieron en Vigo aquella madrugada del 7 al 8 de julio
de 1997, cuando dirigía el desembarco de seis toneladas de hachís, se
quedaron boquiabiertos ante el repentino desasosiego que invadió al
narcotraficante. El hombre respetado por capos de todo el mundo y
perseguido hasta la saciedad por la Justicia sintió el canguelo en el
cuerpo al pensar que su esposa Esther le volvería a ver en el trullo.
Ahí sigue desde entonces, con algún breve paréntesis. Pero este próximo
17 de julio cumple condena y podría ser un hombre libre. Aunque no sabe
por cuánto tiempo. Le esperan dos nuevos juicios por blanqueo de
dinero: mañana tiene uno. El otro ese mismo 17 de julio. Podrían caerle
otros 14 años.
Entre rejas, Oubiña se ha vuelto un ilustrado. Ha
estudiado inglés, francés y hasta Derecho. También se ha sumergido en
las nuevas tecnologías, con un perfil de Facebook y su propio sitio web
(www.laureanooubiña.es). En esa página publicó hace un año una carta
dirigida a Garzón -su bestia negra en la 'operación Nécora'- en la que
se solidarizaba con sus «problemas judiciales» y le pedía que le
defendiera como abogado, tras su inhabilitación como magistrado. «Es un
buen hombre, no es rencoroso. No estaba de broma cuando ofreció trabajo a
Baltasar Garzón», explica Jose Luis Mazón, uno de los muchos letrados
que ha contratado en estos años.
Laureano Oubiña (Cambados, Pontevedra, 1946) solo se
amilanaba ante su segunda mujer, Esther Lago, fallecida en 2001 tras
empotrarse con su todoterreno contra una casa de Cambados, y con la que
tuvo dos de sus diez hijos. Pero varios lustros en una celda pueden con
cualquiera. También con alguien capaz de zarandear a un guardia civil
durante un registro en su vivienda, en 1989, y de sacar de quicio a todo
un tribunal a base de comentarios insolentes llenos de retranca
gallega. «¿A usted qué le importa dónde tengo yo el dinero?», le espetó
al fiscal durante el juicio por la 'operación Nécora'. El juez le llamó
la atención y el capo respondió: «Lo tengo en un colchón y en una viga».
También fueron juzgados los históricos Manuel Charlín y Sito Miñanco,
pero todo el mundo se acuerda de los zuecos de madera de Oubiña y de sus
comentarios. Declarando sobre Ricardo Portabales, uno de los chivatos
que destapó el tomate, soltó que le había dado «dos tortas y una patada
en el culo, pero fueron dos hostias mal dadas».
Aquellas no fueron de la misma calidad que las que
repartió en el parador de turismo de Cambados en 1977, donde el entonces
patriarca del contrabando gallego, Vicente Otero 'Terito', amenazó con
una pistola a quienes pretendían dar el salto al jugoso negocio de la
droga. Ni entonces se achantó Laureano. Tampoco cuando fueron todos
detenidos por semejante jaleo.
Empezó de repartidor
La leyenda de Oubiña empezó a forjarse mucho antes, al
mismo ritmo que su afición por el dinero, que escaseaba en su familia,
de origen humilde. A los 15 años ya repartía productos para vendedores
ambulantes con una furgoneta. Y con 17 empezó a sacar partido al
contrabando de gasoil de la mano de su tío. Con la mayoría de edad fundó
su primera compañía e hizo sus 'pinitos' en el estraperlo de tabaco.
Pero el potente mercado del hachís parecía hecho a medida de un capo que
siempre ha negado que traficara con cocaína o heroína. Nunca ha sido
condenado por ello, aunque su hijastro David Pérez Lago sí fue detenido,
juzgado y condenado por un alijo de 2.000 kilos de coca.
«Juro por mis hijas que no he tocado otra cosa que no sea
hachís, tabaco o café, en su día. ¿A cuántas personas ha matado el
hachís? En cuanto salga, demando al Estado por un delito contra la salud
pública: el alcohol y el tabaco matan a 60.000 españoles al año»,
amenazó desde prisión en 2008.
El nacimiento del idilio con su mercancía de cabecera no
fue casual. «Optó por el hachís porque tenía un capitán de barco, de 28
años, al que le gustaba fumar 'chocolate'. Era el mejor capitán que
había tenido en sus años del tabaco y pensó que, por la experiencia y la
pericia de su joven marino, esa droga no dañaba la salud», trata de
justificar el letrado Mazón.
Hoy lo ha perdido todo, según el abogado que prepara la
defensa de los dos juicios por blanqueo, Joaquín Ruiz Jiménez: «Es pobre
de solemnidad tras los embargos y los decomisos» y no tiene dinero «ni
para pagar a los procuradores... aunque nadie se lo crea». Cuesta ver
bolsillos vacíos en un hombre que llegó a manejar un patrimonio cercano a
los 30 millones de euros a finales de la década de los 90. Entonces, el
pazo Baión era la punta de lanza de su fortuna. Una propiedad rústica
de una extensión similar a 33 campos de fútbol que Oubiña convirtió en
su cuartel general. La finca está hoy en manos de una próspera bodega
que emplea a personas con problemas de drogodependencia, según el pliego
de condiciones que se firmó en su día. El expresidente de la Xunta de
Galicia Emilio Pérez Touriño lo entregó de forma simbólica a la
población gallega en el año 2008.
En tiempos de bonanza, 'El Gallego' -así le llaman en la
trena- regalaba televisiones a sus amigos «para que vivieran mejor en la
celda», según Mazón. Y fumaba sus puros favoritos, los Cohiba Siglo
Uno. «Tendría que ser en el patio, porque dentro está prohibido», aclara
un funcionario de la prisión de Dueñas, donde Oubiña sigue cumpliendo
condena. Cuentan que era de los que se permitía algún que otro lujo en
forma de jamón ibérico y gambas, muchas veces con el visto bueno de sus
vigilantes. Durante una estancia en la enfermería de la cárcel de Zamora
para cuidar su colesterol, llegó a ganar dos kilos.
Palabras sin piedad
Oubiña lleva encarcelado doce años seguidos. En 2000,
después de ser detenido junto a su hijastro -el de la cocaína- por la
Policía griega en Eubea, una isla del Mar Egeo, fue extraditado a España
e ingresó en Alcalá-Meco como preso FIES (Fichero de Internos de
Especial Seguimiento). Se trata de una categoría que se aplica a
delincuentes especiales como terroristas o pederastas.
Visitó alguna que otra vez la Audiencia Nacional. Y no
defraudó. El capo solo dijo en griego: «No, por favor». Cuando los
periodistas le preguntaron qué significaba aquello, replicó en
castellano: «Eso es que me toquéis los cojones».
Sus exabruptos también los han sufrido las 'madres contra
la droga', a las que llegó a insultar a las puertas de los juzgados de
Pontevedra: «Una panda de putas, ¡eso es lo que sois!». Años después
lanzó un mensaje desde la prisión de Villena que a más de una le llegó
muy dentro: «Me solidarizo con ellas. Que sigan luchando contra quienes
traficaron y trafican con drogas que mataron a sus hijos. Y además les
diría a esas pobres madres que los hijos se tienen y se debe estar más
pendiente de ellos». Oubiña en estado puro.
Una de esas madres es Carmen Avendaño, cuya vida inspiró
la película 'Heroína' en 2005. Hoy ayuda a personas en riesgo de
exclusión social desde la Fundación Érguete. «No soy vengativa. Si ha
cumplido las condenas, que salga. Es un derecho básico. Aunque este
hombre sea un botarate y yo tenga serias dudas de que se reinserte».
El juez de vigilancia penitenciaria José Luis Castro
intentó recuperar al reo para la sociedad otorgándole la libertad
condicional a finales del año pasado. Pero las medidas fijadas en el
auto hicieron que los colectivos antidroga se llevaran las manos a la
cabeza. Oubiña aceptaba prestar apoyo a personas desfavorecidos y
¡drogodependientes! para «arrepentirse del daño causado a la sociedad».
Vamos, lo que viene siendo meter «un zorro en un gallinero», según
Avendaño y el portavoz de la Fundación Gallega contra el Narcotráfico,
Fernando Alonso: «Si quiere arrepentirse, que diga quiénes fueron o son
sus colaboradores y que devuelva todo lo que ganó traficando con la
droga». Un móvil encontrado en su celda dio al traste con todos los
permisos que Oubiña empezaba a ganarse.
En una entrevista concedida hace años, aseguraba que al
salir de la cárcel trabajará «honradamente, fuera de todo tipo de
delito. Me he perdido la vida de mis hijas y no me quiero perder la de
mis nietos»
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