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NARCOTRAFICO-FRAUDE FISCAL-BLANQUEO DE CAPITALES-CRIMEN ORGANIZADO-CONTRABANDO

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sábado, 10 de abril de 2010

NARCOTRAFICO Y PERIODISMO.

La entrevista de Julio Scherer García al capo Ismael El Mayo Zambada debió servir, si no para transmitir a cabalidad el criterio del jefe mafioso con respecto al fenómeno de las drogas, sí para desencadenar un amplio debate público sobre el papel del periodismo frente al problema del narcotráfico y su secuela de violencia que desangra al país. Lamentablemente, el indudable golpe reporteril sólo ha dado pábulo de manera abrumadora a la mezquindad y algunas muestras de lealtad acrítica.

¿Están los periodistas y los medios de comunicación retratando y analizando bien, con apego a la ética, la actual coyuntura nacional? ¿Le presentan a la sociedad, en forma digerible, profunda y desprejuiciada la opinión de todos los actores del problema, aun de quienes están fuera de la ley, o se avienen sólo a ser voceros del discurso gubernamental? ¿Diseccionan con acuciosidad el fenómeno de las drogas, desde puntos de vista científicos, morales, sociales y legales, o se quedan en la superficie y los lugares comunes?

Estos y otros muchos interrogantes, que debieran ser puestos sobre el tapete de la discusión –indispensable para mejorar el desempeño de los periodistas de modo que su actividad realmente ayude al país a salir del hoyo negro–, han sido soslayados por la ruindad y aun el odio, o la adoración y el endiosamiento al famoso periodista.

El insólito encuentro de Scherer con El Mayo en la guarida de éste, en algún lugar del país, en efecto fue desperdiciado en términos periodísticos. El sagaz reportero se abstuvo de formular preguntas elementales, la más obvia –que se le ocurriría aun al menos avezado de los comunicadores, convocado ya sea a una conferencia de prensa o una cita en la clandestinidad–: “¿para qué he sido convocado?”.

Los lectores nos quedamos con ganas de saber cuál fue la razón por la que el narcotraficante quiso hablar con un periodista, pues éste omitió preguntarlo o se abstuvo de contarlo a sus lectores. Como tampoco inquirió si su interlocutor asomó la cabeza a los medios para enviar un mensaje de disposición a la negociación con el gobierno, plantearle a éste el desafío de continuación de guerra, lanzar una advertencia de felino herido a los captores de su hijo El Vicentillo, o develar su influencia electoral en determinadas zonas del país.

Era obligado preguntarle a El Mayo ¿a cuántas personas ha matado u ordenado matar? ¿Cuánta droga ha exportado? ¿A cuánto ascienden los activos de su negocio? ¿De qué dimensión es su empresa? ¿Cuánta gente tiene a su servicio? ¿A cuánto asciende su fortuna personal? ¿Tiene alguna propuesta para acabar con el baño de sangre en que se ahoga la nación?

De eso nada nos ofreció la crónica del encuentro. Aunque debe entenderse que el consagrado periodista acusa ya los signos del inexorable paso del tiempo, además de que tampoco era cosa de andar de imprudente ante un delincuente desalmado y para colmo en sus dominios.

Adolece de graves deficiencias la entrevista del fundador de Proceso. Pero esas fallas no desmerecen en absoluto la condición de rotundo éxito periodístico del encuentro. Aun si se prescindiese del texto y a pesar de que se trató de una cita buscada no por el periodista, sino por el delincuente, los testimonios gráficos tienen el innegable valor de ridiculizar la estrategia gubernamental de combate al narco.

Decenas de miles de soldados, marinos, policías federales, estatales y aun municipales, provistos todos de información de la DEA y la Interpol, de aviones, helicópteros, lanchas rápidas, visores infrarrojos de visión nocturna, poderoso armamento y equipo de lo más sofisticado, han servido lo mismo que una sombrilla para combatir el narco a lo largo de 40 años.

Por Scherer sabemos ahora que Zambada tiene 60 años de edad y se inició en el narcotráfico a los 16, lo que significa que en este país nuestro un delincuente buscado por cielo, mar y tierra puede pasarse ¡más de 40 años! en la ilegalidad, forjar una fortuna fabulosa y un imperio de sangre, sin que autoridad alguna se lo impida.

No faltará quien diga que eso era posible en tiempos del repugnante priismo hegemónico, pero resulta que de esos 40 años de impunidad de El Mayo 10 han corrido por cuenta del PAN apoltronado en Los Pinos, primero con Vicente Fox y ahora con Felipe Calderón. Para no hablar de las dos décadas que este partido ha gobernado en estados donde este mafioso hace sus negocios.

El ex director de Excelsior, quién lo duda, es un periodista singular, forjador de una gran escuela de periodismo tanto de información como de opinión, y ha logrado con talento labrarse una fama que eclipsa sus inconsistencias. A esta fama le debe que el compadre de Joaquín El Chapo Guzmán lo haya buscado para enviar su indescifrable mensaje.

Su crónica ha tenido muchas lecturas. No han sido pocos quienes han puesto énfasis en el impacto que causa la foto de portada en que el experimentado periodista se ve disminuido ante el poderoso narco. Otros más censuran que un delincuente que se ha pasado tres cuartas partes de su vida en el narcotráfico hable del tema. Como si de éste debieran hablar los curas, o con conocimiento de causa únicamente Genaro García Luna, el general Guillermo Galván o el almirante Francisco Saynez Mendoza.

“¡Scherer se dejó usar por el narcotraficante!”, señalan algunos más, y deploran el que la brava pluma del fundador de Proceso sirva para pergeñar la biografía del mafioso. En el colmo de la ruindad y el cinismo, desde su comodidad de intelectual cooptado por el poder incluso un biógrafo de La Quina sugiere con inquina que Scherer se convirtió en amanuense del narco.

No hay tal. Por más que estamos en una época en que las letras se han acercado a las armas, en un bando o en otro, con periodistas que respaldan y hasta azuzan al gobierno para que persista en su política de guerra total, y otros que de lejos se percibe que sirven a la delincuencia, sólo la mala fe podría clasificar la malograda entrevista de Scherer entre los textos de estos últimos.

Lo lamentable en este episodio es que por ningún lado se ve a esos comunicadores teóricamente atentos al devenir de su oficio y sus desafíos. Aquellos que suelen encender las alarmas y estar prestos para defender cualquier causa, desde el cada vez más frecuente asesinato de reporteros hasta las condiciones laborales y las amenazas a la libertad de expresión.

De ellos se esperaría un llamado a analizar el papel del periodismo y los poderosos medios en la angustiante conyuntura del país. De ese modo la entrevista de un periodista al menos no pasaría sin pena ni gloria.

http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=499489

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